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Nacionales PP.Catalans :: 11/07/2006

Crónica de la ciudad teocrática, Valencia

Lucas Marco
Nada tienen que envidiar los ayatolás chiíes de Irán o el régimen de Arabia Saudí a la ciudad de Valencia. Gobernado férreamente por el ala campista del Partido Popular, el País Valenciano acogió el pasado fin de semana la visita del Papa Benedicto XVI, con un impresionante despliegue político y mediático

Viernes 7 por la tarde.

Empieza el espectáculo. Aún sin actos convocados hasta la noche, los participantes en el V Encuentro Mundial de las Familias inundan una parte determinada del centro histórico de Valencia, la Plaza de la Virgen y las catedrales colindantes. En las manzanas de alrededor, se respira un ambiente enrarecido, desértico y tétrico, una especie de frontera entre el centro y el resto de la ciudad que más tarde volvería a materializarse.

Fauna y flora

La masa de peregrinos, curas, monjas, muchachos y muchachas y familias (en su gran mayoría de más de tres o cuatro hijos) se distinguen fácilmente del resto de la ciudadanía por todo tipo de atuendos con los colores blanco y amarillo de la bandera del Vaticano, especialmente gorras y mochilas. La pantalla gigante habilitada por la televisión autonómica Canal 9 (en total 40 por toda la ciudad), retrasmiten, a la espera de algún acto destacado, fotos del Santo Padre fundidas con el propio logotipo de la televisión y el logotipo del Encuentro de las Familias.

La muchachada católica se dirige entre cánticos y consignas de apoyo al Papa hacia la concentración espontánea. Frente al gigante retrato floral del Papa, unos curas de Vigo muestran orgullosamente sus camisetas: "Hazte cura y que sea lo que Dios quiera"; a su lado una joven intenta adquirir la versión femenina. Un poco más allá, una decena de tiernos críos sostienen un cheque gigante a modo de pancarta con el importe de más de tres millones de avemarías para el Papa. Uno de los críos explica concienzudamente que la iniciativa surgida en Internet, auspiciada por el colegio Cumbres y por el internáutico Club Faro, auspiciado éste por los fundamentalistas Legionarios de Cristo, consistía en ir añadiendo en un contador en la red el número de avemarías rezados para el Papa.

Las previsiones fueron superadas y el cheque ascendía a más de tres millones. Otro grupo, venido del laico país vecino, pasea una bandera francesa. Cerca, cinco críos y su tutor, que más bien parece un boy scoutt, sostienen orgullosos una bandera de Estados Unidos.

La presencia policial también se hace notar, dándose curiosas escenas de pelegrinos de todo pelaje, secta y procedencia mezclados con robustos policías antidisturbios, un número indeterminado de agentes secretos e incluso los militares que gestionan diversos hospitales de campaña en diversos lugares de la ciudad. Según diversas fuentes, 9000 agentes de seguridad, entre policía nacional, policía local, guardia civil y los efectivos del ejército. Según Canal 9, Valencia dispone de un policía cada cinco metros durante estos días...

En una fugaz visita a un McDonalds cercano, en seguida el acento caribeño se hace notar. Venezolanos venidos desde la otra parte del Atlántico para disfrutar de la visita papal engullen hamburgesas, mientras centenares de miles de pobres, que tardarían varias vidas en pagar un billete de avión transatlántico se quedan en los cerros de Caracas. Afirman estar encantados de estar en la ciudad. Más tarde tendríamos otros encuentros con peregrinos del tercer mundo...

Prensa afín

Una rápida ojeada a la prensa especializada, repartida gratuitamente por las calles, resulta sumamente reveladora. La Universidad CEU Cardenal Herrera distribuye un periódico gratuito elaborado por alumnos de Periodismo.

El CEU (controlada por la ultrareaccionaria Asociación Católica de Propagandistas) publica en las páginas de El Rotativo una entrevista al famoso catedrático de Psicopatología Aquilino Polainas, denunciado públicamente por sus tesis homófobas y una crónica de la presentación del documental Amnesia sobre los mártires valencianos del siglo XX, en la cual el historiador José Andrés Gallego (participante de dicho documental) afirma que "nuestro mensaje es de perdón no de entrar en el juego de quien mató más, sino mostrar el testimonio de los que murieron perdonando" en referencia a la Guerra Civil española.

Choque de concepciones

Después de echar un vistazo a tales perlas periodísticas, caminando hacia el casco antiguo de la ciudad, el barrio de El Carme y Velluters, el ambiente cambia drásticamente. Tan sólo unos centenares de metros más allá de la masa católica, el barrio vive una auténtica guerra de pancartas en los balcones. Carteles de la campaña ciudadana Jo no t"espere pueblan muchas ventanas de viviendas particulares de ciudadanos "hartos de la intolerancia del Vaticano", tal como reza una pancarta en la Plaza del Tosal. En esta zona, donde la presencia de peregrinos por metro cuadrado se reduce drásticamente, las miradas y las picarescas sonrisas entre anónimos ciudadanos ajenos al espectáculo que se cruzan sin conocerse contrastan con la indignación de algunos peregrinos al detectar los carteles contra la visita del Papa.

A medida que se avanza caminando hacia las calles más céntricas de la ciudad, rodeados de grandes almacenes, chicas jóvenes distribuyen gratuitamente abanicos de una importante compañía eléctrica y gorras de una caja de ahorros catalana, especialmente editados para la visita del Santo Padre. Bajo un sol de justicia, los peregrinos inundan el centro de la ciudad, sonriendo, felices y contentos de la ciudad que les acoge. Algunos viandantes autóctonos que se declaran ateos radicales afirman estar preocupados por si el Estado del Vaticano ha anexionado la ciudad: edificios públicos como el Palau de la Generalitat o las Corts Valencianes, así como el Ayuntamiento lucen junto a la bandera española la bandera del Vaticano...

El paseo acaba a última hora de la tarde con un espectáculo muy particular en la Plaza de la Virgen. Jóvenes de diversas parroquias de la ciudad, acompañados de guitarras y tambores cantan y bailan en honor del Santo Padre. La locura colectiva acaba de empezar. Un par de horas más tarde se ha convocado un rezo del rosario colectivo en la Playa de la Malvarrosa. La noche promete.

El éxodo de los tranvias hacia el rosario de la playa

El éxodo de los tranvias hacia la playa sorprende a los usuarios autóctonos y ajenos a la celebración que observan incrédulos decenas de vagones llenos a rebosar de jóvenes, familias enteras, curas, seminaristas, monjas, revisores y otras tribus difícilmente identificables. Protegidos a su llegada por un impresionante dispositivo policial y con el habitual corte de tráfico de toda calle que tenga la desgracia en esta ciudad de encontrarse en un radio de 200 metros alrededor del acto de turno.

Pasada la medianoche, el rezo colectivo deja su rastro en forma de montones y montones de basura en la playa y en el paseo, entre ellos miles de páginas de El Rotativo. En esto, aparece un grupo de latinoamericanos ensayando algunas actuaciones para el dia siguiente. La puesta en escena, que incluye banderas de países como Venezuela, Bolívia, México o Colombia, intenta dar la imagen de la representación latinoamericana en el encuentro. La interlocutora desvela que procede de Santa Cruz, en Bolívia, la región rica autonomista del país que no ve con buenos ojos eso de presidentes indígenas y, además, socialistas...

Hacia la una de la madrugada todo ha acabado de momento. No queda ningún peregrino por las calles, todos duermen plácidamente en sus respectivos alojamientos, la mayoría en la Feria de Muestras, habilitada especialmente para el alojamiento, o directamente en los jardines de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la obra faraónica del PP valenciano que acogerá los diversos actos protagonizados por el Santo Padre. Por su parte, las ilustres autoridades eclesiásticas, duermen plácidamente en los tres mil alojamientos construidos a propósito en el Seminario de Montcada.

Sábado 8 por la tarde

Continúa el espectáculo durante el día fuerte de la visita del Papa. Unas diez manzanas alrededor del acto del Papa son cortadas por la Policía Local. Los conductores consiguen sortear hábilmente los controles con excusas como la visita al hospital que se encuentra en la zona restringida. Más tarde se comprobaría que colarse en esta "zona verde" al estilo bagdadí sin acreditación de peregrino o de prensa no resultaba tan difícil. Algunos fieles autóctonos no acreditados se indignaban ante el filtro entre acreditados y el resto de la humanidad.

Pero lo que desconocían es que los alrededores de la zona estaban estratégicamente divididos para ubicar las sillas correspondientes a los fieles, esta vez los acreditados. Así, cada cual preguntaba a los centenares de jóvenes voluntarios (voluntari@s, rezaban sus camisetas) en qué sector debía ubicarse.

La huella del Partido Popular

En esta zona, compuesta de barrios artificiales creados en los últimos tiempos por el PP, la delantera en la guerra de las banderas la llevaba el bando pro-vaticano, aunque con algunas excepciones disidentes que habían preferido mostrar su rechazo al espectáculo que desde hace tres meses vienen vociferando los medios de comunicación, especialmente el órgano oficial de propaganda de los populares valencianos, Canal 9. Éste, a su vez se ha convertido paulatinamente en órgano de propaganda del mismísimo Vaticano, desarrollando sus informativos en sus estudios de Valencia y en un estudio habilitado en la Santa Sede en las últimas semanas.

Las pantallas gigantes de dicha cadena hacen la función de recompensar a los fieles no acreditados y los que están situados más lejos del altar de 9000 m2, que con un coste estimado en 900.000 euros ha mantenido cortado un puente neurálgico de la ciudad durante semanas, habilitado para el Santo Padre. El despliegue mediático resulta impresionante, con presencia especial de medios afines invitados al espectáculo, como la hermanada Telemadrid.

Un espectáculo de más de 30 millones de euros

La imagen resultante de los jardines que rodean a los diversos sectores resulta a primera vista un tanto delirante. Centenares de peregrinos tirados en el césped bajo el sol de justicia acompañados de los grifos públicos habilitados para evitar desmayos, y las posteriores revelaciones divinas que podrían producirse.

Todo ello daba la imagen de un campamento urbano muy particular, unido por algo en común: la presencia del Papa en una ciudad cuyos gobernantes han gastado como mínimo 30 millones de euros (5000 millones de pesetas) para la ocasión. Sin embargo las cifras, como han denunciado el conjunto de partidos a la izquierda del PP, se desconocen. Simplemente no se han dicho. "El despropósito es tan grande que no se atreven a decirlo", afirma Glòria Marcos, coordinadora de Esquerra Unida del País Valencià. Según Marcos, ni el propio director general del Grupo RTVV (Ràdiotelevisió Valenciana) sabe cuánto costará el despliegue mediático de los medios públicos autonómicos.

Pero, como afirma Gil-Manuel Hernández, profesor de Sociología de la Universidat de València, "lo menos importante es el motivo, que ciertamente evidencia el inmovilismo y muestra la alarmante incomprensión del mundo por parte de la institución; lo que cuenta es el efecto espectacular de hacer como si todo fuera bien". El profesor Hernández sostiene en un artículo publicado en la prensa valenciana que "las facciones dominantes de la iglesia católica deben hacer creer que la institución dialoga con la modernidad globalizada, aunque en el fondo su dogmática intransigente inhabilita la organización para un verdadero diálogo".

Prueba de ello ha sido la constante alusión, que muchos imaginaban más contundente todavía, del Santo Padre y del encuentro de las familias en general a los últimos cambios legislativos en relación a los derechos de los homosexuales (aunque en estos ambientes el protagonismo es para los derechos de las familias, en abstracto, que son las que han sido gravemente atacadas con tales leyes), politizando notablemente el ambiente de estos cálidos días de Julio. Todo ello traía a la memoria algunas imágenes de la visita del anterior jefe supremo del Vaticano, que a finales de la guerra fría aterrizaba en Nicaragua y después de besar el suelo del aeropuerto reñía a Ernesto Cardenal, teólogo, político y escritor por ser ministro de Cultura durante la Revolución Sandinista. Todo ello delante de centenares de miles de nicaragüenses que gritaban "¡Iglesia Popular!".

Neofranquismo para recibir al Santo Padre

Ya dentro de la zona comienzan a aparecer las banderas carlistas, las habituales banderas vaticanas y las españolas, además de algunas autonómicas. Entre todas estas banderas, algunas rojigualdas incluyen el aguilucho franquista. Cuando el redactor de esta crónica consigue superar algunos controles para fotografiar dicha bandera, el joven energúmeno que la sostenía discutía encarecidamente con una joven de la organización que le pedía que no la inclinara tanto hacia la carretera que iba a recorrer el Santo Padre, ya que podía resultar peligroso dado que estaba en la primera fila. Al requerimiento de este redactor para que dejara de moverla un momento y poder de esta manera tomar una buena instantánea, el joven retira en seguida la bandera y comienza un rosario de gritos e insultos. El joven, impotente al no poder abandonar su magnífica silla de primera fila se mostraba compungido.

Cuando este redactor se acarca al policía nacional que estaba apenas a un metro de distancia para indicarle que dicha bandera era preconstitucional y preguntarle por las medidas que se iban a tomar ante tal ilegalidad, el agente asintió y respondió que estaba al corriente, que en seguida sería retirada. Un agente muy amable. La bandera no fue retirada. Minutos más tarde hallaríamos dos más en diferentes sectores colindantes, bien preparadas para recibir al Santo Padre. Además de las que saludaban la llegada del Papa desde algunos balcones de la ciudad.

Empieza el show

De repente el júbilo se activa. Llega el Santo Padre, tan esperado por los asistentes. Recorriendo el camino inverso al que se había caminado anteriormente, destaca la imagen de los miles de peregrinos sentados en sus sillas hipnotizados de cara a las enormes pantallas habilitadas. Filas y filas de peregrinos con el mismo rostro en una misma dirección con el telón de fondo de los showmans que presentaban y comentaban el espectáculo por la megafonía. Absorbidos por la imagen, sólo se interrumpía la atención con cánticos y gritos de "Benedicto, Benedicto". Más que un Papa, parecía que el Santo Padre fuera una estrella del fútbol como Maradona o alguna estrella del pop. Todo un espectáculo de histeria colectiva por el módico precio de cinco mil millones de las antiguas pesetas...

Lo dicho, nada que envidiar a los malvados Estados tiránicos e islámicos del mundo. El PP ya lo ha conseguido, una fugaz ciudad teocrática. ¿Qué nos deparará el futuro?

Fuente: L’Avanc

 

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