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Nacionales PP.Catalans :: 13/02/2004

Otro preso muerto.

Agencias/LH-vlc
Pocos días después de la muerte de un preso en Villena debido a una negligencia, surge de nuevo la noticia de una defunción en prisión. Esta vez un preso muere en Picassent en unas circunstancias más que extrañas. Su familia se entera de la muerte el día

Un preso permanece dos días muerto en el hospital sin que lo sepa la familia
El centro penitenciario asegura desconocer que fué hospitalizado con hematomas

Paula Reig, Picassent- Levante -emv

La familia de J.P.G., quien cumplía condena en el centro penitenciario de Valencia en régimen de tercer grado, todavía no sale de su asombro tras comprobar que el joven de 35 años falleció tras ser atendido en el Hospital General de Valencia de un hematoma en la cabeza el día 12 de diciembre y no conocieron la noticia hasta tres días más tarde.

Los familiares aseguran que el domingo 14 les comunicaron el fallecimiento en la visita semanal tras lo cual se desplazaron al hospital. La dirección del centro penitenciario afirma que tenía conocimiento del fallecimiento pero que, «al no poder localizar a los familiares en el teléfono que dio J.P.J. dimos parte a la Policía Local de Picassent». A su vez, tras una única llamada sin contestación el asunto se quedó en suspenso. En el centro de reclusión de Picassent «desconocíamos que fuese hospitalizado con un hematoma», prosigue la dirección de la cárcel. Sin embargo, el certificado aclara que las causas de la muerte fueron «parada cardiorespiratoria con hematoma».

El preso, vecino de Picassent, era seropositivo y su enfermedad era terminal, por lo que las salidas a la enfermería eran habituales. Esta vez fue trasladado en coma y esa misma noche, el día 11 de diciembre, se le practicó una intervención quirúrgica para tratar el hematoma de la cabeza, que «bastante extenso y producido por alguna agresión o resbalón en el centro», indica el médico que el domingo 14 se encontraba de guardia y que certificó su defunción. Sin embargo, «debido a la salud tan deteriorada y a la patología asociada no pudo superarlo. El hematoma afectó a partes vitales del cuerpo», prosigue el médico neurocirujano. «Tampoco pudimos certificar su defunción al carecer de la documentación», prosigue el médico.

Incertidumbres

Estas circunstancias desconocidas por la familia han hecho que el caso estuviese rodeado de incertidumbres acerca de las circunstancias médicas en las que fue trasladado al centro sanitario, así como las causas de su muerte, ya que en el hospital «nos enteramos de que murió con una brecha con cinco grapas en la cabeza», indica la hermana del finado. Tras varias horas en el Tanatorio Municipal de Valencia, a los familiares de J.P.J. se les comunicó «que había problemas para sacar el cuerpo del hospital ya que ningún médico quería firmar el certificado de defunción porque era judicial. Fueron los de la funeraria quienes buscaron al médico para firmar el certificado», relatan los familiares.

Ante la desinformación sobre la situación de J.P.G., los familiares solicitaron un informe forense esa misma tarde, aunque «todavía no nos lo han facilitado, a falta de una firma», prosigue la hermana.

El fallecido poseía un amplio historial de antecedentes penales por atracos y hurtos que se remonta a cuando tenía 16 años. A pesar de ello, nunca reconoció la totalidad de los atracos a entidades bancarias que se le imputaron en la última condena que le llevó a cumplir tres años de cárcel. La familia insiste en que «parece que no se dan cuenta de que los presos tienen familia. Si para ellos es un recluso más, para nosotros es único».

 

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