Reflexiones de la huelga por Palestina
La huelga general de 24h del 15-O no consiguió paralizar la producción, pero sí dio cobertura a piquetes que bloquearon durante horas accesos al puerto, la Zona Franca y Mercabarna
El pasado 15 de octubre, Cataluña vivió un día de huelgas y movilizaciones por Palestina, coordinadas con el resto del Estado. Pese al contexto difícil y la represión brutal de los Mossos, la convocatoria de huelga de 24 horas por parte de CGT y otros sindicatos permitió una jornada de movilizaciones masivas en Cataluña, que demostraron que el movimiento por Palestina sigue muy vivo después del frágil y desequilibrado alto el fuego en Gaza. Además, el 15-O abre la puerta una reflexión sobre el papel de la huelga en una época de fragmentación del mercado laboral y de debilidad de los sindicatos. A pesar de la dificultad de parar la actividad económica, la huelga general ha demostrado seguir siendo una herramienta clave de movilización.
El 15-O llegó en un momento difícil para conseguir una protesta masiva. La fecha fue decidida semanas antes por CCOO y UGT, que durante dos años de genocidio han apoyado tímidamente al movimiento por Palestina, pero sin convocatorias propias relevantes. La preparación de la enorme manifestación del día 4 en Barcelona había exigido toda la capacidad organizativa del movimiento, por lo que la propaganda para el 15 fue menos intensa. Además, pocos días antes del día señalado para la huelga se firmó el acuerdo de alto al fuego promovido por Trump, que aparentemente acababa con el genocidio. Y a pesar de todo, decenas de miles de personas volvieron a salir a las calles en Barcelona y otras ciudades.
Los sindicatos mayoritarios convocaron solo un paro de dos horas, en tres turnos, mientras que la CGT, la IAC, la Intersindical-CSC i COS convocaron una huelga de 24 horas, sumándose a la fecha marcada inicialmente por CCOO y UGT. Solo hubo unidad sindical para convocar la manifestación de la tarde en Barcelona, que reunió 50.000 personas. Un número alejado de la marcha de cerca de 200.000 personas del pasado 4 de octubre, pero muy considerable teniendo en cuenta el contexto.

Las dificultades de la huelga general
La fragmentación del mercado laboral y la debilidad de los sindicatos (en comparación con décadas anteriores) hace muy difícil que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras se unan a una huelga general. La precariedad laboral, la escasez de los salarios en relación con el coste de la vida (sobre todo de la vivienda), la atomización del mundo del trabajo por las subcontratas y la cantidad de personas forzadas a hacerse autónomas son algunos de los obstáculos más claros, a los que se enfrentan todos los sindicatos. A estos factores estructurales se añade la escasa presencia sindical en la buena parte de los lugares de trabajo (especialmente en el sector privado), la falta de confianza de parte de la población en la acción colectiva laboral y la cultura de los sindicatos mayoritarios, que priorizan el pacto frente a la confrontación directa con las empresas.
Por todo esto, una huelga general masiva como las que hubo en 2012 o 1988 en todo el Estado es muy difícil en el momento actual, por mucho que se esforzasen casi todos los sindicatos. Más aun para un tema no laboral como la defensa de Palestina y con un gobierno estatal percibido como relativamente favorable a la causa palestina. En Cataluña la última huelga general con un seguimiento masivo fue el 3 de octubre de 2017, en el contexto excepcional de la represión del referéndum de autodeterminación del 1-O.
Queda abierta la pregunta de si vale la pena convocar una huelga de 24h a sabiendas que solo una parte de los trabajadores la seguirá. En Cataluña, la huelga del 15-O solo tuvo un seguimiento masivo en las universidades públicas, donde los estudiantes son el principal motor de la agitación, con la Universitat Autònoma de Barcelona totalmente cerrada y la mayoría de las clases canceladas en muchas otras. La Generalitat ha ofrecido datos del seguimiento en educación primaria y secundaria: un 0,33% de la huelga de 24 horas y un anecdótico 0,02% del paro de dos horas. Son cifras no confiables, pero que los sindicatos no han ofrecido las suyas propias para poder contrastarlas, igual muestran un seguimiento mayor de la huelga de 24 horas que el paro de 2, dinámica que también se dio en las Islas Baleares, de acuerdo con los datos disponibles.
Según fuentes de CCOO, el paro parcial se produjo en más de 1000 centros de trabajo de diversos sectores. El objetivo del sindicato con más representación en Cataluña, de acuerdo con las mismas fuentes, era que hubiese movilizaciones en los lugares de trabajo, no paralizar la producción como se pretende cuando se convoca una huelga de todo un día. No sabemos si el miedo al descrédito por convocar un paro de toda la jornada que tuviese un seguimiento escaso también jugó en la decisión de CCOO y UGT, pero optar por un paro de 2 horas no eliminó este riesgo. Si pensaron que la propuesta de parar 2 horas sería seguida por más personas trabajadoras que hacerlo toda la jornada, se equivocaron.
La huelga general de 24h del 15-O no consiguió paralizar la producción, pero sí dio cobertura a piquetes que bloquearon durante horas accesos al puerto, la Zona Franca y Mercabarna, algunas de las principales carreteras del área metropolitana y vías de tren en varios puntos de Cataluña, perturbando la normalidad y dando una gran visibilidad a la causa palestina. Sin el tiempo liberado por la huelga, esto no habría sido posible. El piquete central convocado por organizaciones de estudiantes y trabajadores, formado por 8000 personas según fuentes de la CGT, recorrió las calles de Barcelona durante horas, cortando el tráfico y señalando empresas acusadas de ser cómplices del genocidio, como Burger King, McDonald's, Carrefour o Starbucks. Fue mucho más numeroso que la manifestación convocada por la mañana por los sindicatos mayoritarios, a la que, según fuentes de CCOO, acudieron 1.500 personas.

La jornada del 15-O en Cataluña recordó a lo sucedido en Francia el pasado 8 de septiembre, cuando las acciones del movimiento Bloquons tout! contra los recortes de Emmanuel Macron se vieron amparadas en parte por preavisos de huelgas sectoriales por parte de la CGT francesa (ideológicamente cercana a CCOO) y sindicatos minoritarios como Solidaires. El movimiento consiguió la dimisión del primer ministro François Bayrou y la retirada de su presupuesto de recortes incluso antes de salir a la calle, ya que provocó el pánico en la élite política. En Francia, las huelgas generales - mucho más frecuentes que a este lado de los Pirineos - también tienen un seguimiento minoritario, pero sirven para impulsar manifestaciones masivas. Ante la certeza del escaso impacto que estas movilizaciones tienen en el poder político, la CGT de Sophie Binet se ha mostrado más abierta a ir de la mano de un movimiento asambleario como Bloquons tout!
Derivadas del 15-O y el ejemplo de Italia
La jornada del 15-O destacó por la participación destacada de jóvenes, incluidos muchos adolescentes y una proporción de personas extranjeras mucho mayor que en otras protestas. Un recordatorio muy necesario de la dificultad que tienen las organizaciones de izquierdas (partidos, sindicatos y movimientos sociales) para incluir en sus filas, en pie de igualdad, al amplísimo sector de la clase trabajadora formado por inmigrantes. Además, el activismo juvenil por la causa palestina cuestiona las exageraciones que pintan una juventud entregándose en masa a la ultraderecha. Se está produciendo una disputa política en la juventud igual que en otros sectores sociales y las protestas contra el genocidio en Gaza han contribuido a activar políticamente a muchos jóvenes en un sentido progresista.
Las movilizaciones del 15 de octubre también demostraron que el movimiento catalán por Palestina, liderado por la Coalició Prou Complicitat amb Israel (CPCI) y la Comunitat Palestina de Catalunya, ha conseguido transmitir a buena parte de la población que el genocidio no es un crimen aislado, sino la manifestación más brutal de la ocupación y apartheid que sufre el pueblo palestino desde hace décadas. La continuación de las protestas - aunque de manera menos masiva - después del acuerdo firmado entre el régimen sionista y HAMAS demuestra que el compromiso de la sociedad catalana (y española) con el pueblo palestino construido durante los dos últimos años va más allá de exigir el fin de la masacre iniciada en octubre de 2023: lo que se pide en las calles es boicotear y sancionar a Israel hasta que Palestina sea libre, como se hizo con Sudáfrica hasta que cayó el apartheid.
Un éxito de construcción política al que ha contribuido la participación de otros actores sociales, como el Sindicat de Llogateres o la CGT. Es un ejemplo de alianza entre movimientos que podría ser imitado con otros temas y rompe la jerarquización entre demandas sociales que tanto daño hace a las movilizaciones sociales. Esta es una de las lecciones políticas que nos deja el movimiento por Palestina.

Por otro lado, el ejemplo de Italia sugiere que la defensa del pueblo palestino puede servir para canalizar corrientes políticas más amplias. Allí, la ola de huelgas y protestas contra el genocidio ha articulado la oposición al gobierno ultraderechista de Giorgia Meloni de manera más masiva y eficaz que cualquier otro intento previo. La huelga del 22 de septiembre fue impulsada solamente por sindicatos minoritarios como la Unión Sindical de Base (USB) y el partido Potere al Popolo, pero fue todo un éxito, con cientos de miles de trabajadores en las calles y gran parte de la actividad económica paralizada. Cuando el ejército del régimen israelí interceptó la Global Summud Flotilla, el conjunto de los sindicatos del país - incluida la mayoritaria Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL) - convocó otra huelga general para el 3 de octubre, que fue aún más masiva que la anterior. Hoy Italia es el epicentro del movimiento global por Palestina y Meloni está más debilitada.
Algunas conclusiones provisionales
El paro de dos horas convocado por CCOO y UGT para el 15-O sin duda fomentó que se hablase más de Palestina en los centros de trabajo. Sin embargo, sin la huelga general de 24 horas no habría habido piquetes en las calles, ni señalamiento de las empresas cómplices, ni activación política de la juventud racializada, ni un señalamiento masivo del carácter tramposo del alto al fuego impuesto por Trump a punta de pistola, ni denuncia del incremento del gasto militar a costa de las políticas sociales (incluida entre las demandas de la jornada).
Una huelga general exitosa en términos económicos es muy difícil en un contexto de fragmentación laboral y debilidad sindical, y casi imposible en la actual coyuntura política catalana y española, pero ser conscientes de esto no implica renunciar de manera indefinida al máximo instrumento de movilización que tiene la clase trabajadora.

Los ejemplos de Francia e Italia - si bien con situaciones diferentes; con gobiernos reaccionarios - sugieren que es posible hacer un uso estratégico de la huelga general, que dé cobertura a movilizaciones que vayan más allá de las típicas manifestaciones puntuales y activen nuevos sectores sociales en las calles. El 15-O lo confirma. La diferencia es que, en ambos países, los sindicatos mayoritarios se han acabado uniendo a la ola de protestas, poniendo su presencia en los centros de trabajo y su capacidad organizativa al servicio de un movimiento más amplio que ellos. No debería ser necesario que el PP y Vox lleguen al poder para que CCOO y UGT se atrevan a hacer movimientos similares. El posible miedo de las direcciones de estos sindicatos a perjudicar al gobierno 'socialista' de Pedro Sánchez con una movilización muy visible no justifica los titubeos; menos aun cuando se trata de defender la causa palestina, con la que el ejecutivo dice identificarse.
De hecho, la huelga de 24 horas del 15-O también ha servido como 'gimnasia mental' para la militancia que ha participado, provocando debates sobre el derecho a la huelga y su utilidad, y recordando las prácticas y ritos de los paros generales. Unos hábitos activistas que los sindicatos mayoritarios necesitarán reactivar si, en un futuro que podría no ser muy lejano, tienen que plantar cara a los retrocesos sociales aun mayores que sin duda intentaría imponer un futuro gobierno de la derecha y la ultraderecha.
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