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País Valencià :: 23/09/2024

Vicente Blasco Ibáñez, escritor de éxito y luchador republicano

La Haine
Además de denunciar a la dictadura primorriverista y al soberano que la sostenía, proclamaba su insobornable convicción republicana

Escritor de éxito internacional

Luego del fracaso en Argentina (Ver aquí ) y acuciado por la falta de dinero, decidió convertirse en fabricante de los que después se llamarían best sellers. Su nuevo lugar de residencia era París, epicentro en ese entonces de la actividad cultural internacional. Allí esperaba armar su plataforma de lanzamiento.

La gran guerra se desata en el verano de 1914 y la primera aproximación de Blasco al tema es en el campo periodístico. Logra colocar en los diarios grandes reportajes a propósito del conflicto, tanto en el frente como en la retaguardia. Está claro que el hombre no es ningún neutralista. Se alinea fervoroso con la entente, y en particular con Francia.

Acompaña el abordaje periodístico con una publicación en fascículos que trata de la contienda, Historia de la guerra europea. Unos y otros materiales lo conducen a visitar los frentes y a conocer las acciones de apoyo en la retaguardia. Se le abrían así las posibilidades de reingresar a la escritura de ficción, con el conflicto como factor desencadenante de toda la trama.

Estaba comprometido con el desarrollo de la lucha mucho más que la mayoría de los periodistas franceses. Percibió la escritura de una novela bélica que alcanzara gran difusión como un vehículo para formar opinión a favor de los aliados.

Al parecer el presidente francés Raymond Poincaré le sugirió una novela sobre la guerra al servicio de "la batalla por la opinión". Y entonces su decisión consistió en volcar en el terreno de la ficción sus vivencias del conflicto bélico y el análisis del mismo.

El resultado fue Los cuatro jinetes del apocalipsis. Es probable que el valenciano no sospechara que esa obra le iba a cambiar la vida por completo.

La trama tenía reminiscencias de su prolongada estada en Argentina. Estaba protagonizada por dos familias de ese país, emparentadas entre sí por línea materna.

Las respectivas ascendencias paternas eran en un caso francesa y otra alemana. Se van a vivir a Europa y sus jóvenes terminan combatiendo en los bandos opuestos de la guerra. La trama tuvo un efecto fascinante sobre el público estadounidense.

Gozó de un éxito tan considerable que le hizo ganar millones en poco tiempo. Se publicó por primera vez en 1916, todavía en pleno transcurso de la guerra. Su repercusión europea fue moderada; la gran novela de guerra en ese continente era Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque.

Sería en EEUU donde se convirtió en un fenómeno de masas, un notable suceso tanto literario como mercantil. Unos años después, en 1921, se la llevó al cine, con el muy afamado Rodolfo Valentino como protagonista. La exhibición del filme reavivó el suceso de la novela. Incluso se vendían todo tipo de recuerdos y objetos de uso con motivos alusivos al libro.

Una nueva gira de conferencias por continente americano lo lleva por los escenarios más variados. Escribe numerosos artículos para la prensa, que le pagan muy bien. Hasta hubo quien afirmó que se había convertido en el hombre más popular de EEUU y tal vez de todo el continente.

En un viaje de regreso a España en 1921 después de años, al pasar por su tierra natal se lo recibe con un entusiasmo desbordante. El municipio de la ciudad le pone su nombre a la calle donde nació. Parece volver a sus días de dirigente político que cautivaba a sus oyentes. Lo acompañaban los vivas a la libertad y a la república, manifestaciones que adquirían creciente significado a la luz del ya manifiesto declive de la monarquía y del sistema político clientelista y fraudulento que la acompañaba.

Decidió realizar un viaje alrededor del mundo, redactando crónicas periodísticas muy bien remuneradas. Recopilará esos escritos en La vuelta al mundo de un novelista, otra contribución a su fama.

Contra la dictadura de Primo de Rivera

Poco antes de iniciar su vuelta al mundo, en España se había instaurado la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. El hasta entonces capitán general de Cataluña había asumido poderes dictatoriales con el completo aval del rey, Alfonso XIII.

En medio de una crisis política e incluso militar (importantes derrotas en Marruecos) el monarca decidió dejar de jugar la carta del régimen liberal fraudulento, que tenía más de 50 años de vigencia, e intentó la vía del autoritarismo, tal como ocurría por entonces en Italia.

La primera reacción de Blasco frente a la dictadura fue la continuación del talante de prescindencia política que venía sosteniendo desde 1908. No duró mucho en esa actitud. Se decidió a combatir al nuevo régimen y declaró: «Tengo energías suficientes para luchar otra vez».

Los ataques dictatoriales a los intelectuales, como el confinamiento de Miguel de Unamuno en la isla de Fuerteventura (Canarias) contribuyeron a decidirlo. Se lanza a la liza mediante un discurso en el homenaje anual que se hacía en París al fallecido Emile Zola.

Entonces dice acerca del escritor francés: "Nació en un tiempo en que era preciso defender la libertad y la verdad, y las defendió ofreciendo bienestar, fama y vida...". A lo que agregó: "A ningún hombre que pueda tener eco en España y en el mundo entero le es lícito callar en estos momentos."

El efecto más tangible de su compromiso contra la dictadura fue la publicación de folletos con críticas acerbas al dictador y al monarca, en diatribas acompañadas por la exaltación de los principios republicanos. En 1924 publica "Una nación secuestrada (El terror militarista en España)", seguido al año siguiente por "Lo que será la República española (Al país y al ejército)" y "Por España y contra el rey (Alfonso XIII desenmascarado)".

En esos textos, además de denunciar a la dictadura primorriverista y al soberano que la sostiene, proclama su insobornable convicción republicana.

Además de publicar esos folletos crea y financia la revista España con honra, órgano de oposición a la dictadura desde el exilio. La prensa española instrumenta una campaña difamatoria en su contra. El ayuntamiento de Valencia se suma quitando la placa con su nombre de la calle que la ciudad le había dedicado.

La persistente lucha antidictatorial sólo se vería interrumpida por su muerte, en enero de 1928, cuando estaba por cumplir 61años.

Sus restos serían repatriados y sepultados en Valencia en 1933, ya establecida la segunda república española. Tuvo lugar un funeral al que asistieron muchos miles de personas.

Lo sobrevivía su obra, y en particular sus novelas. Parte de las iniciales, las "valencianas", y las subsiguientes, con transcurso fuera de la región e imbuidas de la por entonces llamada "cuestión social", fueron las más perdurables en la apreciación literaria y en el favor del público.

Incluso por encima de las posteriores, que alcanzaron mayor acogida en la época en que fueron editadas pero hoy se leerían con menos interés.

Blasco practicó con éxito la no tan frecuente amalgama entre escritor de ficción y dirigente político. Y pasó a la historia no sólo como novelista sino en carácter de luchador republicano infatigable.

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