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Nacionales PP.Catalans :: 12/01/2016

El procés interpretado por un internacionalista castellano

Gustavo Hernández Sánchez.
Sobre algunas reacciones a dicho proceso, y concretamente al papel que en él están desempeñando las CUP, que me han sorprendido

Muchos y muchas son quienes en los últimos días me han preguntado acerca del proceso de independencia abierto en Cataluña. Soy consciente de que lo que a continuación voy a escribir va a disgustar a mucha gente. Vaya por delante que poco tendría que decir un residente en un pueblo de La Armuña salmantina sobre una cuestión en la que son los catalanes y las catalanas quienes tienen que decidir si quieren seguir formando parte del estado español o no. Hablo de lo que algunos y algunas definen como el "derecho a decidir", pero que yo prefiero denominar derecho de libre determinación de los pueblos o derecho de autodeterminación, ya que al nombrarlo de esta otra forma, reconocemos de facto a la nación catalana. Por ello hablaremos de derecho de autodeterminación, así como de nación catalana, mejor que de plurinacionalidad o diversidad nacional del estado español, pues de lo que se trata es de nuestra opinión acerca del proceso de independencia o proceso constituyente en Cataluña, y no del modelo de estado. Del modelo de estado, en todo caso, deberíamos hablar después de que los catalanes y catalanas decidiesen libremente formar parte del mismo y en qué condiciones.

Poco tengo que decir por tanto, de algo que no me corresponde decidir a mí, por ello hablaré de algunas reacciones a dicho proceso, y concretamente al papel que en él están desempeñando las CUP, que me han sorprendido. Me han sorprendido desde el punto de vista de que se trataba de críticas que venían desde una izquierda que se supone internacionalista, la cual defiende, también supuestamente, el derecho de autodeterminación del que hablábamos hace un instante.

Me criticaba Iñaki Gil de San Vicente en un artículo en La Haine ("El problema español y el nacionalismo del Partido Comunista de España", 6/12/2015), publicado anteriormente en Boltxe (6/12/2015), que no me pronunciaba sobre la "cuestión nacional". Cierto era que no lo hacía, fundamentalmente porque el artículo, publicado en Rebelión ("La traición de Tsipras y el inmovilismo portugués: ¿Espejos de España? Unas notas para repensar la militancia comunista",16/10/2015) era una crítica en clave interna a la estrategia del PCE-IU, y en clave externa, interpelando a Podemos sobre los riesgos de abandonar el discurso de clase. Considero que la clase siempre debe de estar por encima de la nación. Es decir, es la clase la que está oprimida, en Euskal Herría, en Cataluña, en Castilla y en el resto de naciones que integran el estado español.

Diferentes son, en cambio, las estrategias de lucha que toman las organizaciones obreras en los distintos territorios o en las distintas naciones. Por eso, a pesar de que mi apuesta es la de una república federal de los trabajadores y de las trabajadoras del estado en la cual se reconozcan las distintas naciones que lo integran, jamás me enfrentaré a ningún proceso hacia un estado en el que la clase trabajadora pueda salir beneficiada. Es decir, que prefiero una república catalana a una monarquía española. O que prefiero un parlamento catalán independiente en el que las fuerzas de la izquierda tienen visos de salir beneficiadas frente a la derecha que representa la burguesía catalana, independentista o no, frente a un congreso español con mayoría de los partidos que representan los intereses de la burguesía española.

Por ello me duele cuando mis camaradas, así como compañeros y compañeras de otras organizaciones políticas critican a las CUP. Una de las pocas organizaciones con representación en las instituciones que hasta el momento se ha comportado, desde mi punto de vista, de manera ejemplar. El problema es que en estos tiempos de la "nueva política" (entiéndase la ironía), ser ejemplar se paga caro. Me explico. Las CUP han sido el único partido que, desde las instituciones, se ha parado a preguntar a sus bases, de forma democrática, el camino que debían tomar dentro del proceso de independencia que se abre. Ya que lo que se ha acordado, recordemos, no es un pacto de gobierno, sino la apertura de un proceso constituyente para formar una república catalana independiente y después volver a convocar elecciones. Y lo han hecho sacrificando con ello su imagen, una imagen que, desfigurada a través de los mass media o medios de desinformación de masas, les presentaban como un partido sin sentido de estado, algo muy característico, por otro lado, de los partidos que representan la "nueva política", y ello a pesar de los intereses de clase que representan. Sacrificando con ello, probablemente también, a parte de su electorado, el cual asumirá este discurso, pues ese es el papel que ejercen los medios burgueses respecto a los procesos de transformación política.

El problema es cuando ese discurso es empleado también por algunas organizaciones políticas de izquierdas para criticar a las CUP. Ya dice el proverbio que se ve antes la paja en el ojo ajeno. No es cierto, ni mucho menos, que se hayan vendido, y las condiciones del pacto por las que ha tenido que pasar Junts pel Sí para conseguir el apoyo de las CUP, con una representación parlamentaria bastante modesta, por otro lado, sería interpretado por cualquier otra organización política del estado con representación institucional como un éxito. Las posibilidades que se abren a día de hoy en Cataluña, así como la encrucijada que representa de nuevo la "cuestión catalana" no sólo para el gobierno central sino sobre todo para los movimientos sociales que trabajamos por un cambio real y un proceso constituyente de ruptura con el régimen de 1978, son muy interesantes. Veremos qué pasa a partir de ahora.

Organizar a la sociedad civil de forma orgánica, en el sentido gramsciano, es más parecido a lo que han hecho las CUP en las asambleas para dar forma a su pacto con la burguesía independentista catalana, que lo que hacen otras organizaciones a través de sus consejos políticos federales o consejos ciudadanos, de los que salen directrices que poco o nada tienen que ver con el centralismo democrático que se le supone a las organizaciones no ya vamos a decir comunistas sino anticapitalistas o comprometidas con formas de representación denominadas de democracia directa. Algunos hablan de que en política a veces debemos tragar sapos, cierto es que no se puede vivir tragándolos constantemente, pero también que se digieren mejor de forma colectiva y por iniciativa democrática que cuando una directriz te obliga a tragar y tragar más sapos.

Los que formamos parte de organizaciones políticas que tratan de configurar proyectos de transformación social en los cuáles a veces se toman decisiones muy contradictorias sabemos de lo que hablo. En definitiva, tal vez no sea la mejor metáfora, lo que quería decir es que, a pesar de todo, se debe vigilar de cerca el proceso, con el que no todos ni todas acaban de estar del todo de acuerdo, tal y como muestran algunas de las dimisiones que se produjeron durante las negociaciones. Por nuestra parte, podremos estar de acuerdo siempre y cuando las CUP sigan actuando como hasta el momento, es decir, contando con el apoyo de sus bases de forma democrática. No podemos sino respetar las difíciles decisiones que, indudablemente, deberán tomar a partir de ahora. Claro está que, como decimos, parece que eso a día de hoy se paga caro. Veremos cuál es el precio que pagan las CUP por ello. Desde un pueblo de La Armuña salmantina poco más puedo decir que quitarme el sombrero ante aquellos y aquellas que prefieren sacrificar una estrategia electoralista para mantener su compromiso con estas formas de representación democrática, las cuales entiendo que un militante comunista e internacionalista debe defender allá donde se pongan en práctica; las cuales son, sin duda, fundamentales para cualquier proceso de cambio social que se inicie.

Salamanca.
10 de enero de 2015
* Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci

 

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