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Nacionales PP.Catalans :: 08/12/2018

De las barricadas de ayer a las victorias del mañana

Arran
Es imprescindible que los Países Catalanes recuperemos la cultura revolucionaria, nuestra cultura del fuego.

A mediados de noviembre se inició un movimiento popular en el Estado francés contra el aumento previsto de los impuestos al diesel y la gasolina, conocido como los Chalecos Amarillos. El pueblo del Estado francés ha intensificado la lucha en las últimas semanas a través de la acción directa.

Han recuperado formas de lucha que se han demostrado capaces de detener el país y desestabilitzar la economía. Formas y herramientas de lucha que han sido criminalizadas por los medios de comunicación pero que hoy se han evidenciado efectivas. Hoy, el gobierno de Macron ha cedido ante la presión de los Chalecos Amarillos y ha suspendido el aumento del precio de los carburantes, demostrando la necesidad de la autoorganización popular y la contundencia de la lucha. Además, queremos hacer mención especial a la Cataluña Norte, parte de nuestro país ocupada por el Estado francés, por sus movilizaciones en los últimos días, cortando la autopista donde se encuentra la frontera entre dos estados opresores, como son el español y el francés, y llevando a cabo protestas estudiantiles inmensas.

Estas movilizaciones del pueblo francés nos han evidenciado, por tanto, varias cosas: la primera de ellas es que a pesar de que en un estado haya una represión contundente, donde somos perseguidas y acosadas por los cuerpos de seguridad, grabadas en las manifestaciones y espiadas a través de nuestros móviles y ordenadores, igualmente puede haber movilizaciones combativas, ya que la fuerza del pueblo puede desbordar cualquier sistema, incluso cuando el sistema es defendido por una policía con un fuerte armamento como la francesa. El pueblo puede sobrepasar la represión, el control estatal, la fuerte violencia policial y los mecanismos de desactivación de conflicto social que tienen los estados capitalistas.

También debemos decir que la lucha combativa no surge sólo cuando las condiciones de vida empeoran, sino que esta lucha surge gracias a la organización constante y a la militancia comprometida, herramientas que nos ayudan a encontrarnos colectivamente y superar el miedo para pasar a la acción. Su determinación no proviene de una generalización de la pobreza, sino de un empoderamiento colectivo y de una tradición histórica de lucha que también tenemos el pueblo trabajador catalán. Y, aunque la clase dominante ha querido ocultar esta tradición para hacernosla olvidar, en los Países Catalanes vemos como la organización popular se fortalece cada vez más y con una contundencia que no para de crecer.

La tradición de lucha combativa no viene de unos años atrás, sino que se remonta a múltiples ejemplos históricos que son hoy referentes para nosotros. Desde la lucha antifranquista de los maquis en las montañas clandestinas, a las milicianas que se levantaron contra el fascismo con todos los medios a su alcance; desde las obreras de las selfactinas alcoyanas a las obreras de la Semana Gloriosa de 1909 (mal denominada como Semana Trágica;), sin olvidar los maulets y tantas otras que nos precedieron en la lucha.

Chalecos Amarillos es un ejemplo, como muchos otros, de la utilidad de la lucha combativa, de la fuerza del pueblo para crear inestabilidad ante un sistema que lo oprime. Cerrar las puertas a esta lucha es sólo descartar una herramienta para conseguir la victoria, es despojarnos, nosotros mismos, de posibilidades de hacer frente los que precarizan nuestras vidas y, en definitiva, a ganar.

Como señalaba Argala (1949-1978), “Condenar cualquier tipo de violencia popular es una brutal necedad y una muestra clara de incapacidad (por parte de quien la condena) para salirse de las perspectivas ideológicas de la clase explotadora. Los pueblos no practican la violencia para gusto de hacerlo, sino impulsados por la urgente necesidad de adquirir un derecho humano: el derecho a la libertad en las relaciones sociales. La violencia popular es siempre defensiva frente la violencia institucionalizada de la clase explotadora, y por tanto completamente legítima. ”

Así pues, ejercer la autodefensa popular ya no es que sea legítimo, que naturalmente lo es, sino que es necesario. Y es necesario defenderla, consiguiendo huir de la moral burguesa, que nos hace renegar de lo que nos es útil como clase trabajadora, que nos hace condenar lo que seguramente es una de nuestras mejores herramientas.

Cuando vemos la movilización de los chalecos amarillos, pensamos en la herencia revolucionaria. La clase trabajadora del Estado francés sabe salir a la calle, movilizarse, desestabilizar: tiene una cultura revolucionaria. A pesar de ello no nos podemos acomodar en esta idea, todo pueblo debe tener y tiene la capacidad de organizarse, de poner en evidencia las contradicciones del sistema, de rebelarse, de quemar y de violentarse, en definitiva, de defenderse. Es imprescindible que los Países Catalanes recuperemos la cultura revolucionaria, nuestra cultura del fuego. Engels ya decía que “Barcelona es la ciudad que durante su historia registra más luchas de barricadas, que ninguna otra en el mundo”. Así pues, es nuestro deber recuperar la Rosa de Fuego, a todos los Países Catalanes.

 

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