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Nacionales PP.Catalans :: 28/03/2018

Editorial: Catalunya, un fin de semana histórico y de consecuencias irreversibles

Canarias Semanal
Madrid se ha comportado como lo ha hecho a lo largo de siglos: utilizando la "ejemplarización" de la venganza y la cárcel contra los rebeldes.


    En el curso de los últimos días Cataluña ha estado viviendo, posiblemente, sus horas más duras desde el final de la pasada guerra civil.

    El ingreso en prisión de los consellers cesados por la aplicación del artículo155, Forcadell, Turull, Bassa, Romeva y Rull el pasado fin de semana, así como la implacable detención en Alemania de Carles Puigdemont, pone de relieve que el ejecutivo ultraconservador español, encabezado por Mariano Rajoy, tiene el propósito de castigar duramente  a aquellos que han osado cuestionar la sagrada unidad del Estado.

     Bastaría con conocer algunas secuencias de la historia de Catalunya a lo largo de los dos o tres últimos siglos para apercibirse de lo implacable que puede ser el centralismo españolista en relación con cualquier tentativa cismática.

      El poder central - arrogante, pero también inmensamente torpe - ha estado batallando encarnizadamente durante dos largos siglos en múltiples frentes continentales  en contra de un tsunami segregador que terminó  cuarteando un imperio cuyas estructuras correspondían más al medievo que a los siglos XIX  y XX. Mientras las grandes potencias  capitalistas europeas trataban de encontrar fórmulas de asociación novedosas que les permitieran  seguir  explotando a sus antiguas  colonias, Madrid se empeñaba, empecinado, en continuar defendiendo su destino en lo universal desafiando a los ritmos  de la Historia. Tanto ayer como hoy ese propósito "ejemplarizador" ha continuado siendo una constante en nuestro omnímodo poder  central. Se trata de un fenómeno que se da tanto en el Estado como aparato, como en los hombres que lo han encarnado: la ausencia de inteligencia encuentra en la represión su más seguro aliado. Lamentablemente, los españoles han tenido la desgracia de heredar tanto a uno como a los otros.

      Pero, posiblemente, el propósito ejemplarizante no esté exclusivamente dirigido contra la rebeldía catalana. Todo indica que lo que se pretende hoy es que la “lección” sea aprendida por todos aquellos sectores sociales que, de unos años a esta parte, han comenzado a dejar patente su rechazo a las inaguantables presiones económicas que desde el Estado se ejercen contra  la mayor parte de los  asalariados, los pensionistas,  las mujeres y  los jóvenes; y  también por las nuevas generaciones que, una vez descubierto el escandaloso  fraude de la llamada “transición”, han empezado a cuestionar la forma  monárquica del Estado español, impuesta por la fuerza por la dictadura precedente.

     Es cierto que la  ofensiva emprendida por el gobierno de Rajoy, con el aval del  monarca, ha sido posible gracias al grave retroceso experimentado en las movilizaciones sociales que se habían venido produciendo en el  último quinquenio. La seguridad  que exhibe el gobierno de Madrid frente a Cataluña  se produce porque  una vez  que las clases sociales, los partidos y los sindicatos artífices del Régimen del 78 se recuperaron del  desconcierto inicial por la catarsis que estas movilizaciones les habían provocado,  han procedido a  su reagrupamiento  con la intención de reafirmar - previos retoques -  la continuidad del régimen monárquico que  ellos mismos contribuyeron a instalar.

      Hay que decir que tampoco es ajena a la recuperación de la iniciativa por parte  del poder central,  la frustración sentida por amplios sectores sociales que habían cifrado sus  esperanzas en el acceso a las instituciones  de organizaciones que se presentaban  a sí mismas como   "renovadoras” y “rupturistas”, cuando comprobaron que éstas fueron progresivamente entrando en "dique seco" y reproduciendo los mismos vicios, tics y conductas de los viejos partidos, sin que ello  sirviera para modificar los males sociales que denunciaban.

       Es en el marco de esa "debacle"  de la movilización social  donde la ofensiva españolista encuentra su fuerza y sus herramientas ideológicas. Como ha sucedido otras veces en el pasado, a esa  ofensiva se unieron los sectores políticamente más atrasados de la sociedad española que, después de 40 años de apoliticismo electoralista, son muchos, variados y con diversa  composicion  de clase. El histórico "¡vivan las caenas!", clamado por sectores populares al retorno de Fernando VII, rebrotó por instantes durante los momentos más tensos del proceso político catalán.

      Podemos  tener la engañosa sensación de que esas circunstancias han variado ligeramente a día de hoy. Las grandes movilizaciones que se han producido en las últimas semanas podrían  inducirnos a pensar que son un enlace con aquellas otras que tuvieron lugar  en el último quinquenio. Pero sea o no así, a éstas, como a aquellas,  les sigue faltando un componente esencial: la organización social y política.   De ellas continúa estando  igualmente ausente la conciencia  de que el objetivo  de dicha organización no puede consistir en utilizarlas para ganar unas próximas elecciones. Tener ese propósito no va a  servir para cambiar la correlación de clases en este país. Todo lo contrario. En las condiciones actuales, ese vacío  juega en contra de cualquier tipo de cambio real. Aunque  hoy resulte duro hacerlo comprender, el objetivo fundamental  debe consistir en  organizar a la sociedad, o a una parte de ella, con el horizonte de un proyecto político para su transformación radical.  Y es que la historia ha demostrado, reiteradamente, que mientras  no se den esos requisitos, a medio o a corto plazo, la batalla estará inexorablemente perdida. Por una simple razón: porque el enemigo - subrayamos, el enemigo - sí está organizado, bien organizado.  Y lo sucedido en el proceso político catalán es una  avasalladora evidencia.

     En cualquier caso,  lo acaecido este fin de semana en Catalunya convierte la complejidad de  la situación  política en ese territorio en un hecho irreversible. Suceda lo que suceda, "gane" quien gane, o "pierda" quien pierda, hay que empezar a entender que ya nada podrá ser igual que antes. Cuando los pueblos son sometidos de forma tan inicua y arrogante, la memoria en ellos persiste por encima del transcurso del tiempo. Para el Poder Central eso deberia ser una obviedad. La Historia de España  esta jalonada de "victorias" sobre la voluntad de los pueblos que luego terminarían convirtiéndose en sonoras derrotas.  Esa es una de las razones por las que ya no habrá sosiego. Ni aquí, ni allí. 

 

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