Estopa, patrimonio de la clase obrera
Escribo este artículo todavía bajo el impacto de la emoción de haber asistido al concierto de Estopa en el Estadi Olímpic de Barcelona. Más de 60.000 personas nos concentramos para celebrar el 25 aniversario del grupo de Sant Ildefons, barrio de Cornellà de Llobregat que los Estopa han puesto en el mapa. Además de ser el escenario de su vida, su barrio ha protagonizado varios de sus vídeos y enmarcó su actuación del 10 de julio con imágenes de algunos de sus emblemáticos bloques de pisos. Se trata de un paisaje muy reconocible para quienes tenemos amigos y familia que han vivido en esos mismos edificios, pero indistinguible de tantos otros barrios cortados por el mismo patrón en cualquier parte del mundo, la internacional de los bloques de la que escribió Javier Pérez Andújar.
Ilustrar un concierto con imágenes de tu barrio es toda una declaración de intenciones y manda un mensaje claro al mundo: después de 25 años de estar en lo más alto de la música, de haber coincidido con el star system español y más allá, Estopa puede que haya salido de su barrio para ir a vivir a otro lugar, pero el barrio no ha salido de ellos, como cantaba el rapero mexicano Forte Realtà. Tampoco sus amigos de toda la vida han salido de sus vidas y eso se nota. Estar rodeado de buena gente en un mundo de vanidad e intereses es, seguramente, lo que marca la diferencia entre acabar siendo un personaje engullido por la fama o una persona que sigue creyendo en la igualdad de trato entre los seres humanos. Visto el resultado, parece claro que Estopa ha optado por lo segundo.
La memoria de los orígenes, no por conocida y reiterada en cada entrevista por los Estopa, es menos importante. Su relevancia radica en que no es un mero recuerdo nostálgico de lo que una vez fueron y ya no. La memoria de Estopa se llama conciencia de clase y es la garantía para no olvidar nunca lo que eres ni quiénes son los tuyos y tuyas: la clase obrera. Venir de la internacional de los bloques, o de sus múltiples expresiones de los barrios de la periferia, marca, para bien y para mal. Cuando se tiene memoria y conciencia de clase, como los Estopa, la impronta es para siempre y para bien. Significa tener claro, además, que los últimos en llegar al barrio, los inmigrantes de todo el mundo, son la nueva versión del mismo trayecto vital que tu familia hizo hace décadas desde otro punto del planeta. Por eso los Estopa hacen guiños a Lamine Yamal en su concierto, dedicándole una canción a él y a su papa, célebre por méritos propios gracias a su acción antifascista. Otra declaración de intenciones.
La conciencia de clase es el antídoto para evitar la idiotez, no traicionarte ni traicionar a los tuyos cuando se llega a la cumbre de tu profesión. Los Estopa son una muestra elocuente, pero hay otros casos que pueden venir a la mente. Cada cual podrá añadir aquí el suyo. Es probable que no abunden porque no hay tantos hijos e hijas de la clase obrera en lugares destacados de la sociedad haciendo alarde de sus orígenes proletarios, pero, cada uno de estos pequeños ejemplos, son muy potentes.
Se trata de ejemplos destacados e importantes para que nuestra clase tenga referentes visibles, también fuera de su cotidianidad. Conviene recordar que la conciencia de clase no opera en el ámbito individual, como mero refuerzo autocomplaciente de una identidad folclórica que reivindicar, sino en el plano social. La conciencia de clase es un potente artefacto político. Es el sedimento imprescindible para construir el inconformismo con un sistema capitalista que explota y oprime a los trabajadores y trabajadoras y que debe ser cambiado para que nuestra clase pueda liberarse.
Cuando los Estopa la muestran en sus declaraciones, como por ejemplo rechazando el mito de la meritocracia que vende el capitalismo para justificar a quienes están arriba en la jerarquía social mientras se presenta a los que están abajo como merecedores de la desigualdad, conectan mucho más con la conciencia de la clase obrera que veinte ensayos de teoría marxista. Con sencillez, sin mucha elaboración teórica, pero con mucha profundidad empírica, sus palabras llegan a millones de personas y se convierten en un contraveneno a la cultura del esfuerzo de tanto gurú del coaching, youtubers ultraliberales, vendehúmos estafadores y demás purria aspiracional seguidora de Milei que pulula por las redes sociales; esos seres sin alma, que son tan pobres que sólo aspiran a tener dinero, y que están convencidos de que la gente es pobre o está en un determinado lugar de la jerarquía social porque quiere, no porque haya nacido en un sistema económico que perpetúa una estructura social desigual. Con su denuncia del falso discurso meritocrático, Estopa desmonta la farsa del discurso capitalista que, de la mano de la posibilidad del ascensor social, usa el ejemplo de unos pocos que rompen el techo de cristal colectivo para lavarse la cara y justificar éticamente un orden intrínsecamente injusto.
Venir de abajo implica saber lo que cuesta llegar arriba, ser consciente de cómo tu existencia puede cambiar de un día a otro por cuestión de buena o mala suerte. Cuando no tienes seguridad ni estabilidad económica, y sólo dependes de tu fuerza de trabajo, cualquier revés de la vida se puede convertir en una desgracia. No olvidarlo es fundamental. Y no olvidarlo cuando has ganado tanto dinero que sabes que ni tú ni los tuyos van a volver nunca a ese punto de partida económico, tiene todavía más mérito, este sí real. ¿Por qué Estopa sigue hablando así cuando ellos y su familia más directa tienen la vida resuelta? Pues porque los suyos son también su clase de origen, nosotros y nosotras, la clase obrera. Por eso Estopa sigue detectando los mecanismos por los cuales se mantiene un orden injusto que necesita usar el mérito para buscar la aceptación de los sometidos a su sometimiento. Estopa, por su trabajo, seguramente se ha codeado con muchos de los que ejercen este dominio en distintos ámbitos, pero nunca formará parte de ellos.
Sencillez, humildad, naturalidad y autenticidad son parte de lo que transmite Estopa. Pero esos rasgos no son sólo propios, de una naturaleza particular, son características aprendidas en la mejor tradición de los principios de una clase obrera consciente. Tener a unos representantes de nuestra clase con un altavoz tan potente para hacer llegar nuestro orgullo de clase y nuestros valores distintos al conjunto de la sociedad es un patrimonio simbólico que debemos valorar todas las personas que seguimos pensando que la clase obrera todavía no ha dicho su última palabra en la Historia. Para una clase desposeída prácticamente de todo, bombardeada por mensajes que la invitan a abandonar sus principios, a competir con la compañera de trabajo o a odiar al vecino, escuchar que se puede resistir, no ser seducido por el sistema, y anteponer la conciencia, el orgullo y la dignidad, no es poca cosa. Por eso, pero también por su música, gracias, Estopa, sois patrimonio de la clase obrera.
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