Jordi Borràs: “El relato de la violencia y los encapuchados es cierto, pero llevan placa y pistola”
La cámara de Jordi Borràs se convirtió, el pasado otoño, en los ojos de todos aquellos que querían saber qué pasaba en las calles de Barcelona. Testigo de excepción de la ocupación del aeropuerto, las llamas de Urquinaona y el corte del Pertús, el fotoperiodista relata en ‘La fuerza de la gente’ (Ara Llibres) unas fechas cruciales que sacudieron el independentismo y la sociedad catalana. Días y noches que borraron sonrisas y, a pesar de la represión, cambiaron el miedo de lado. ‘La gente con un mínimo de organización colectiva tiene una fuerza que no lo detiene ninguna ley’, defiende en esta entrevista.
– Este es un libro prácticamente sin políticos,en el que los protagonistas son los ciudadanos. Pero ¿qué fuerza cree que tiene, realmente, la gente?
-Creo que el poema de Joan Brossa que aparece en el epílogo lo resume de una manera brutal: ‘La gente no se da cuenta del poder que tiene: con una huelga general de una semana es suficiente para derrumbarse la economía. ‘Este es el poder. La gente con un mínimo de organización colectiva tiene una fuerza que no lo detiene ninguna ley. Esto retrata el libro. En una situación como la actual, en la que hay un estado con un poder enorme y tú no tienes nada, prácticamente no tienes ni autonomía para que te la intervienen, la movilización popular es la única manera de romper esta correlación desigual de fuerzas.
– Y siguiendo con Brossa, ¿qué cree que hay para que la gente se dé cuenta de este poder?
-Seguramente, necesitan experiencias como las del otoño del 2017 o el 2019. Grandes lecciones que nos demuestran que somos capaces de confrontarnos con el estado con un poco de organización. Mucha gente se queja de que el Tsunami Democrático o las protestas no han tenido continuidad, pero creo que lo hemos de entender como un aprendizaje. No ha tenido continuidad, por el momento. El hecho de ocupar el aeropuerto y todo lo que vino después, no sólo esa semana, sino de octubre a diciembre, nos demuestra que el estado está débil y que todavía lo podemos debilitar más. Hemos de ser conscientes.
-A parte del corte en la Meridiana, ¿que cree que ha pasado para que las protestas no hayan tenido continuidad?
-Salvando las distancias, la historia del país está llena de estos chasquidos o pequeñas bullangas. Todo tiene un trasfondo, como un terremoto que no estalla porque sí. Hay avisos y también réplicas. El otoño de 2019 no es un fruto del otoño de 2017. Es una fuerza acumulada que viene desde la consulta de Arenys de 2009. Sinceramente, yo le veo una continuidad a medio plazo. Ahora bien, creo los intereses políticos han contribuido a condicionar las protestas porque era una revuelta que no podían controlar. No es nada nuevo, ya pasó en 2017. Hoy todo el mundo sabe qué papel hizo para evitar una acampada indefinida o frenar la declaración de independencia el 3 o el 4 de octubre. Los mismos intereses han intentado apagar las llamas del otoño de 2019.
– ¿Qué papel cree que debe tener la llamada generación del Primero de Octubre en la política actual?
-Tiene que haber espacios donde toda esta gente se sienta representada políticamente, pero me parece que los partidos políticos actuales no lo aprovechan. Mucha gente se politizó con el 15-M en 2011, y ha pasado igual con el 1-O o la revuelta de Urquinaona. Las generaciones jóvenes se cogen a la lucha como referencia y es vital no perderlos. Una revuelta sin juventud no será nunca una revuelta.
-¿Y si llega este punto de desafección?
-Es un peligro que a mí me da miedo, y lo he dicho más de una vez.
-Si no tienen referentes actuales, pueden buscar nuevos.
-Para mí no hay ningún nuevo ente político en el país. Este cuarto espacio del independentismo se ha intentado crear varias veces estos últimos diez años y no ha tenido éxito nunca. De todos modos, en momentos de frustración con los partidos políticos, tienen la excusa perfecta para volver a intentarlo: ‘son unos traidores, nosotros somos los auténticos’. Mucho cuidado con este populismo barato. Es evidente que JxCat y ERC han antepuesto sus intereses en el país. Y esto es un gran error.
– ¿Y la CUP?
-Tampoco veo que la CUP aproveche la ocasión para presentar alternativas. Dicho esto, hay muchas cosas a criticar, pero los representantes políticos también han hecho cosas con mucho valor. Al fin y al cabo, la represión ha salpicado todo el mundo. E incluso, los que más criticamos son los que han recibido más: prisión, embargos, exilio …
– ¿Qué cree que ha pasado con un actor central de las protestas como el Tsunami Democrático?
-Yo creo que la experiencia del Tsunami no se ha entendido. No es un CDR, ni Òmnium ni el ANC. El Tsunami nace tras la experiencia de la represión directa que han sufrido estos tres actores. Hablamos de una represión brutal: detenidos, investigados, acusaciones de terrorismo, webs cerradas … Y como nace el Tsunami? Directamente, en la clandestinidad. No sabemos quiénes son y algo han hecho bien porque no han pillado nadie. La dinámica del Tsunami no tiene absolutamente nada que ver con los CDR, Òmnium ni el ANC. Acciones como la ocupación de la T-1, el corte del Pertús o el Camp Nou, aunque fuera un fracaso, son muy ambiciosas. Hay mucha preparación y tiempo. Para mí, el Tsunami es una herramienta viva y útil. Estoy convencido de que todavía hará hablar. Espero no equivocarme.
– Hablemos un poco del libro. ¿Como hicisteis la selección fotográfica?
-Es un drama [risas]. Por suerte, parte de la obra ya era publicada y, por tanto, ya había una selección previa. Pero hacer el libro me ha permitido recuperar y valorar fotografías que habían quedado sepultadas por la locura de la actualidad. Piense que la semana del 14 al 18 dormíamos dos o tres horas. El desgaste físico era ganado. Al final no veía tres arriba de un burro. Llegaba a casa a las cuatro de la madrugada con tres mil fotografías para editar …
– ¿Cuántas fotografías hicisteis durante este tiempo?
-Durante la semana bestia, creo que unas 17.000. En todo el período, por decir algo aproximada, más de 30.000.
-¿Qué quiso reflejar con el libro, además de la fuerza de la gente?
-Ante todo, he intentado representar las diferencias entre las revueltas de 2017 y el 2019. Es evidente que en este país se ha pisado el acelerador: hemos pasado de la revolución de las sonrisas a las llamas de Urquinaona. Por algo será. También he querido explicar que la represión policial no sirve para contener las protestas. Tensar los cordones policiales y sacar las porras es intentar apagar las llamas con gasolina. Y, finalmente, una tercera idea que considero relevante y que quería plasmar es la transversalidad del movimiento. El 18 de octubre, por ejemplo, mientras las marchas confluían en el paseo de Gracia con la Diagonal, la policía estallaba contra los manifestantes en la vía Laietana, con los jóvenes en primera línea.
– ¿Cuál es su fotografía preferida?
-Hay una que me gusta mucho, que es la del chico con el tirador mientras lleva una máscara de luchador mexicano en plena batalla de Urquinaona. Yo estaba dentro de la barricada, porque consideré que era el lugar más seguro. Tenías un parapeto delante y las balas de goma te pasaban por sobre la cabeza. Y estabas protegido porque las piedras salían de allí. A mí, las balas de goma, desde que vi reventar dos ojos en 2012, me dan pánico. Hay otra que también me gusta mucho, se ve un nano con calzón corto y alpargatas arrancando losetas con los dedos. Tiene un punto de 1936.
– ¿Cuál fue la situación más complicada que vivisteis durante las protestas?
-A Urquinaona sufrí mucho. Ese día tuve que ayudar varios heridos. No me quería hacer el héroe, era cuestión de humanidad. Recuerdo una chica a quien la policía rompió la nariz de un puñetazo. Tenía un ataque de ansiedad brutal y la llevé hasta un portal, donde llamé a los sanitarios para que la atendieran. Aquellos días se vivieron muchas situaciones límite. En el aeropuerto, el primer día, reventaron un ojo a un chico en el aparcamiento.
– ¿Tienes esperanza en la llamada auditoría de los Mossos para revisar actuaciones irregulares?
-Jefe ni una. Deberíamos recordar cada día que se ha hecho, de esta gran investigación, y ¿cómo es posible que una persona inepta, lo digo con mayúsculas, como el señor Miquel Buch continúe de consejero? Inepta e irresponsable, diría. No solo permitió actuaciones negligentes de sus subordinados, sino que, además, toleró actuaciones absolutamente inexplicables como la cacería de antifascistas de los ultraderechistas de la plaza de Artós. ¿Qué responsabilidad tiene el consejero? ¿Y el gobierno en pleno? Aquí nadie ha pasado cuentas de nada. La investigación de los Mossos era un engaño. Lo sabe el consejero Buch, lo saben los sindicatos policiales y lo sabemos nosotros. Y si no, que nos lo demuestren. Hay gente que ha quedado mutilada de por vida que se merece una explicación.
– ¿La gente ha perdido el miedo?
-Habían pasado cosas similares, pero a pequeña escala. En esta pisada de acelerador hay un componente generacional clarísimo, pero hay que decir que en primera línea también había gente mayor. También hay un componente de frustración colectiva. Si por haber subido a un coche de la Guardia Civil a desconvocar una manifestación te caen nueve años de prisión, la lectura es que te saldrá más barato quemar el coche. La lección del estado es esta. Una de las imágenes que más me impresionó fue en el aparcamiento de la T-1, donde la policía no se atrevía a entrar. No se atrevían. Es más, retrocedieron. La gente se plantó. Cogían los extintores, las mangueras de agua y, incluso, un carrito de encerar el suelo, que lo llevaban a modo de Panzer. Por primera vez, veías el miedo en los ojos de los policías.
– Como profesional, ¿qué piensa uno de las decenas de agresiones a periodistas?
-Tres de cada cuatro periodistas heridos durante el otoño de 2019 lo fueron por la policía. ¿Qué quiere decir esto? El relato de la violencia y los encapuchados es cierto, pero llevan placa y pistola. Cómo puede ser que los cuerpos policiales, que son quienes deben garantizar el derecho de la información en las manifestaciones, sean quienes causan más heridos entre los profesionales de la información. Esto demuestra a la perfección la diferencia entre una policía democrática y una policía que aún está por domesticar.
– ¿Recibisteis?
-El día del corte de la Jonquera, después del corte al Pertús. Un camionero sonado nos intentó arrollar y la reacción de la Brimo y la Guardia Civil fue pegar los periodistas que retrataban al conductor. Yo recibí un porrazo de ambos. Nada grave. No me tuvieron que poner puntos, como a algunos compañeros.
– ¿Cree que la gendarmería francesa actúa de manera diferente en las manifestaciones?
-Al Pertús se vio una diferencia brutal, y con esto no quiero decir que los CRS franceses sean angelitos. Allí viví una actuación puramente técnica, a diferencia de una actuación ideológica que es lo que hacen los Mossos y la policía española muchas veces. De hecho, el Pertús es de los pocos días en que los Mossos trataban los manifestantes con pomadeta. Acababan de presenciar una actuación puramente técnica y ellos no podían permitirse el lujo de hacer el animal, que es lo que suelen hacer cuando tienen la porra en la mano.
– Finalmente, ¿en qué punto se encuentra la causa judicial por la agresión que recibió de un agente de la policía española?
-Estamos pendientes de juicio, todavía. En julio hará dos años. Yo sigo encausado y he tenido que pagar una fianza. Es una injusticia flagrante. Primero, porque se pone en duda mi testigo, lo que me cabrea soberanamente, porque incluso la fiscalía ha pedido que me desencausen. Y luego, porque a mí eso me genera un desgaste personal, económico y laboral que no me repara nadie.
Por: Oriol Bäbler y Albert Salamé (fotografías)
(Vilaweb)