Tienen razón
Tiene razón Albiol cuando dice que es una humillación para el partido en el Gobierno y una victoria moral del independentismo que la CUP tenga tantos o más votantes que el PP. Y también tiene razón cuando afirma que los responsables de TV3 no son normales, puesto que los profesionales competentes y honrados son una auténtica anomalía en el ámbito de la televisión y de los grandes medios de comunicación en general.
Tiene razón Arrimadas cuando dice que los malversadores han de ir a la cárcel; aunque se olvida de precisar que los verdaderos malversadores son los que vierten el dinero público en sus propios bolsillos.
Pero ya se sabe que los mensajes electorales han de ser breves y contundentes, sin perderse en detalles anecdóticos. Vargas Llosa, como profesional del lenguaje, lo sabe bien, y por eso sintetiza al máximo; a Puigdemont lo llama “Pujmon” para abreviar, y omite los adjetivos inseparables cuando dice que los nacionalismos -excluyentes y opresores, como el españolismo- son nefastos.
Tiene doblemente razón Soraya SS cuando dice “En mi puta vida he cobrado un sobre”; utiliza el adjetivo adecuado para calificar su existencia misma y su carrera política, y también elige cuidadosamente el sustantivo, pues lo que se cobra no es el sobre, sino su contenido.
Aunque menos sintético, pues lo suyo es la floritura y el devaneo, también tiene razón Iceta cuando dice que "El respeto por el pluralismo obliga a practicar el diálogo con la oposición, no bloquear por sistema sus iniciativas y debatir de forma constructiva sus propuestas". Lástima que se olvide de decírselo a Rajoy.
Y el propio Rajoy es quien tiene más razón que nadie, como corresponde y era de esperar: “Los catalanes hacen cosas”, sentenció con su proverbial sutileza. Nada más cierto: muchas personas miran y callan, muchas hablan y no hacen nada; pero las catalanas y los catalanes -al menos tres millones de ellas y ellos- no se limitan a mirar y hablar, sino que además actúan: reclaman y ejercen sus derechos, se enfrentan a las jaurías del poder y a su justicia degradada, defienden heroicamente a sus dos madres: la tierra y la lengua. Y nos brindan un ejemplo a seguir, es decir, una vía practicable. Porque de las muchas cosas que hacen las catalanas y los catalanes, la mejor es el camino que están haciendo al avanzar con perseverancia, valor y dignidad, y con una admirable capacidad de autoorganización, hacia la República; una República que acabará con cuarenta años de “democracia orgánica” y otros cuarenta de monarquía bananera.