Valencia, ¿mai més?
Declaración de la Coordinación de Núcleos Comunistas (CNC)
La tragedia que arrasa la región de Valencia y zonas colindantes de Castilla - La Mancha que ha dejado más de 100 personas fallecidas, miles de familias sin hogar y gran cantidad de pequeñas empresas arrasadas, deja en evidencia que ni la robótica, ni la inteligencia artificial impiden el desastre cuando el capitalismo impone sus leyes, y las capacidades humanas y los medios técnicos no se ponen al servicio de los seres humanos.
Los fenómenos naturales son inevitables, pero sus consecuencias se pueden minimizar.
Las medidas preventivas, que deben involucrar a toda la sociedad, se preparan mucho antes.
No son palabras. El Sistema de Defensa Civil de Cuba, un país pobre, sometido a un bloqueo criminal por el imperialismo euro-estadounidense desde hace casi sesenta años, es considerado el mejor del mundo por Naciones Unidas.
Ese Sistema supone que la alerta temprana es vital para la eficacia de las actuaciones y que, ante una situación de emergencia, todas las administraciones funcionan de manera integral, con mando único. Todos los recursos del país, empezando por el ejército, se ponen a trabajar de forma coordinada. Y toda la población sabe qué hacer, porque ha sido entrenada. La alerta no es sólo un SMS en el móvil, sino la puesta en marcha de un procedimiento que implica a todos y que permite que, ante circunstancias mucho más graves como las que vive Cuba con cada huracán, la pérdida de vidas humana sea inexistente o mínima.
Cada país, cada territorio, está sometido a un tipo de emergencias: terremotos, incendios, huracanes, sequías, etc. Y éstas son bien conocidas desde tiempos inmemoriales, como lo es la "gota fría" en el Levante. La intensidad de la misma varía, pero el fenómeno se repite y lo seguirá haciendo. Atribuirlo al "cambio climático", es simplemente una estupidez destinada a excusar las responsabilidades políticas por la nefasta gestión realizada.
La descoordinación entre la AEMET, las confederaciones hidrográficas y Protección Civil fue clamorosa, llegando la alerta a la población cuando la catástrofe de los desbordamientos estaba ya en marcha. Estas situación objetivamente está potenciada por el desmantelamiento de los servicios públicos, su dispersión en una maraña de subcontratas y privatizaciones, y por recortes sociales mientras se prioriza la fabricación de armas para la "economía de guerra".
Una vez instalada la tragedia, el caos ha continuado, con la población vagando por las calles anegadas, sin agua, electricidad, comunicaciones telefónicas, ni otros servicios públicos. El ejército que de forma bochornosa se desplegó durante la pandemia para perseguir un virus y a quienes osaban salir de su casa, no ha aparecido. La indignación de la gente, cuando se encuentra sola con sus palas achicando el barro es monumental y se pregunta a voces para qué sirve el ejército y para qué destinamos cada vez más miles de millones al presupuesto de "Defensa".
El crimen cotidiano del capitalismo se ha manifestado aquí de forma brutal.
Las grandes empresas como Mercadona, Ikea, Globo e Inditex obligaron a sus trabajadores a permanecer en sus puestos de trabajo y a finalizar su jornada laboral a pesar de la situación límite que se estaba viviendo en sus localidades y en sus familias. Es muy probable que entre los muertos estén trabajadores arrastrados por la riada al regresar a sus hogares.
Deben abrirse causas criminales contra los políticos y empresarios responsables de la tragedia, pero sería ingenuo pensar que alguno diera con sus huesos en la cárcel.
Toda la solidaridad popular que se está volcando en ayuda a las personas afectadas es la mejor muestra de que, mientras los parlamentos y gobiernos huyen como ratas de la responsabilidad política e incluso ahora de tomar medidas eficaces, sólo la autoorganización del pueblo salva a la gente.
Se tomarán algunas medidas que serán gotas de agua en el mar de un sistema, el capitalismo, que lleva en su código genético la persecución del máximo beneficio. Y lo hace, como demuestra constantemente, a cualquier precio, a costa de las vidas de la clase obrera.
La prevención de las catástrofes empieza mucho antes de que aparezcan los nubarrones. Y aunque tenga aspectos técnicos, la clave reside en la organización del poder de todo el pueblo. Algo de eso aparece cuando, como ahora, se desencadena la solidaridad y la gente aprende a defenderse por sí misma, pero no es suficiente. Mientras el monstruo capitalista siga teniendo en sus manos el control de la sociedad la catástrofe, aquí o allá, volverá a repetirse.
Es importante no olvidar lo que ha sucedido, ni a sus responsables. Pero, sobre todo, que no se trata sólo de catástrofes naturales, que la mayor catástrofe es el capitalismo, y que hay que actuar en consecuencia.
1 de noviembre de 2024